Detalle de tres grandes personajes, que influyeron notablemente en Villena durante el siglo XVI.
Jacobo Florentín
Jacobo casó en España con
Juana de Velasco, hija del entallador de Jaén, Juan López de Velasco; autor,
con el alemán Gutierre Gierero, de la sillería de la catedral de Jaén.
Fue pintor y escultor renacentista
italiano, así como discípulo del gran artista Miguel Ángel.
Jacobo y Pedro Machuca
-pintor renacentista español que nació en Toledo en 1490, pero que se formó en
Italia con Miguel Ángel, donde conoció a Jacobo-, vinieron a España, atraídos por el esplendor
de la corte de Carlos V. Jacobo vino
como pintor y enseguida se destacó como un valiente estatuario.
En 1520 contrataron en Granada la realización
de un retablo para la Capilla Real. Ambos tenían prestigio de fresquistas, que
se lo habían ganado en Italia en el taller de Miguel Ángel.
Aunque el proyecto de la
Capilla Real se redujo notablemente por las penurias económicas del momento,
ambos trabajaron allí y Jacobo realizó dos bellas pinturas que representan la
venida del Espíritu Santo y la Santa Cena, así como el retablo.
Tras estos trabajos se le
abrieron algunas puertas importantes, todo ello unido a que era un hombre muy
abierto al nuevo orden renacentista, adaptándose perfectamente a las nuevas
corrientes artísticas del Renacimiento. Se convirtió en arquitecto, sin serlo;
y acabó creando escuela e influyendo notablemente en la arquitectura renaciente
andaluza.
Jacobo se colocó en dos
puntos estratégicos: Murcia y Granada. Desde uno de ellos su radio alcanza a
todo el Levante meridional y desde el otro, gracias al formidable empuje de
Diego de Siloe, a Andalucía.
Hay constancia de que en el
año 1522, tras el fallecimiento de Francisco Florentín, Jacobo pasó a ser
maestro de la torre y hasta 1526, se
registran pagos por tal concepto. En la Catedral de Murcia, Jacobo elevó el
primer cuerpo de la torre y en 1525 inició las obras del segundo cuerpo. Este
trabajo lo simultaneó con la realización
de las dos portadas de la Sacristía, en las que destacan
los adornos de los capiteles: carátulas y cabezas de mujer, así como tres
hornacinas con figuras de la fe, esperanza y caridad.
En la década
de 1520 comenzó la construcción de la sacristía de Santiago, situada a los pies
de la torre. Tradicionalmente se ha atribuido esta obra a Jacobo Florentino. Se
sabe que fue él quien realizó la bellísima pila bautismal. Se le atribuye
también la elegante portada de la sacristía, así como la decoración de dos
ventanas del Palacio Municipal, que dan a la placeta de Santiago. Al fallecer
en 1526, le sucedió en la obra de Santiago su discípulo, Jerónimo Quijano”.
Su obra, derivada del arte
florentino de fines del siglo XV, supuso la introducción de formas
renacentistas en España.
Aunque realizó importantes
trabajos en la Capilla Real de Granada, donde emprendió obras de más
trascendencia. Fue en Murcia, ciudad que, debido a su magisterio y sobre todo
al de su sucesor Jacobo Florentín, el Indaco, se convirtió en un gran centro de
difusión del arte moderno.
Francisco se incorporó a la
catedral de Murcia, como maestro mayor en 1519, comenzando la construcción de
la torre el 7 de julio de 1519. Cobró salario como maestro de la torre hasta
1522, fecha en que falleció. En tan corto periodo de tiempo, Francisco no haría
más que sacarla de los cimientos y preparar el camino a su sucesor, Jacobo
Florentino.
Posiblemente intervino en la
portada de la catedral llamada de las Cadenas, que se labró entre 1512 y 1515.
Jerónimo Quijano
Fue el primer artista local
que encarnó el nuevo estilo arquitectónico y continuó las enseñanzas de Jacobo
el “Indaco”, a quien conoció en Granada, puesto que allí se congregaron gran
cantidad de artistas de la época. Ambos viajaron a Murcia, en donde Jacobo
Florentino tuvo la ocasión de hacer partícipe a Quijano de sus distintos
trabajos.
“Es el buen maestre Jerónimo, escultor excelente y
arquitecto que fue maestro de la obra de la torre de Murcia y del Obispado de
Murcia y Cartagena, persona entendida en buenas letras”. Son estas las últimas palabras del
licenciado Lázaro de Velasco en el prólogo de su traducción del Vitrubio.
El maestre Jerónimo Quijano,
además de un excelente escultor (más que entallador) fue una persona ilustrada,
entendida en buenas letras. De hecho su firma se conserva en Toledo, en la
tasación que hizo el 7 de abril de 1548 del grupo de la Transfiguración, de
Berruguete, en el trascoro de aquella catedral.
Como escultor se le
atribuyen varias obras, entre ellas las realizadas en la iglesia de Santiago
Apóstol de Villena, como son: el retablo de la Virgen de la Esperanza, la
puerta de la sacristía y las ventanas de
la sacristía (que dan a la calle Ramón y Cajal). Hay que tener en cuenta que
Quijano continuó en Santiago la labor iniciada por Jacobo Florentino, por lo
que no es posible cuantificar hasta donde hizo Jacobo y hasta donde Jerónimo.
Mientras no aparezcan
documentos que acrediten con rigor lo que hizo cada uno, lo mejor es que formen
parte del equipo que participó en las distintas actuaciones realizadas en el
templo de Santiago de Villena.
Continuó los trabajos de la
construcción de la torre de la catedral de Murcia en 1526, en calidad de
maestro mayor y en la propia catedral se le atribuyen varias obras, entre ellas
la capilla de la Encarnación y la de la Transfiguración del Señor. Su evolución
se producirá desde un dominio en escultura hasta un excelente control de la
arquitectura renacentista romana, que en España la materializará con una gran
belleza en los acabados.
No existen fronteras artísticas entre el reino de Murcia
y la vecina provincia de Alicante y la vecina provincia de Alicante, por lo que
agrupamos esta región del Levante-Sur en una misma entidad artística.
Historia Universal del Arte Hispánico, por Fernando Chueca Goitia. Volumen Undécimo.
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