Crónica titulada “Desde Villena”, escrita el día 8 de septiembre y que ofrece una visión de Villena de carácter económico y social.
“Hablábamos en nuestro número de ayer de los grandes festejos que la ciudad
de Villena había celebrado en honor a su patrona las Virgen de las Virtudes, y
de la amabilidad que distingue a los hijos de esa culta población, así como de
la hermosura de sus mujeres; pero claro está, esto no era todo y formamos el
propósito más extensamente de lo que es Villena. Cumplamos hoy nuestro
propósito, siguiera sea a vuela pluma, por no permitirnos otra cosa el tiempo
de que disponemos.
Villena es una pequeña cantidad con todos sus adelantos y todas sus
necesidades, no hay más que visitarla para converse de esta verdad. Cuenta con
tres casinos, fondas, varios cafés, una imprenta, edificios magníficos formando
calles espaciosas y llanas, mereciendo especial mención, de los edificios, las
Casas Consistoriales, la iglesia parroquial de Santiago, cuya elevada torre
descansa sobre el arco que forma la puerta de la sacristía; las cárceles del
partido, el cuartel de la guardia civil y otros que sería prolijo enumerar, y
que nos recuerdan la edad de hierro, porque la mayor parte de los edificios
señalados, parecen gigantes dormidos, que conocieron el célebre nigromántico
marqués de Villena, y que espera su vuelta para despertar. No podía apartar la
vista de aquellas moles de piedra ¡ qué idea me inspiraba su aspecto ¡ algunos
tiros que los moros festeros tiraban de cuando en cuando contra los cristianos,
me traían a la memoria aquellos agarenos que plantaron su sangrienta media luna
en España, tomando posesión de ella en nombre de la esclavitud y de la muerte:
o más bien, creían ver las formidables huestes de Jaime el Conquistador
entrando en Villena para liberarle del moro y reconstruir las rotas y mutiladas
estatuas de la libertad.
Dirigí mis pasos a la estación del ferrocarril, contemplé las máquinas y coches
allí agrupados; vi las mercancías para ser embarcadas; contemplé sobre mi
cabeza el hilo eléctrico que lleva lejos la noticia que facilita una
transacción mercantil; y bendice la civilización y el progreso. En los tiempos
pasados la ignorancia se hallaba en armonía con todos los otros males, y aun
ayudaba a sobrellevarlos; impedía el ver los goces de que no se podía
disfrutar, y por consiguiente, amortiguaba los deseos quitando las esperanzas.
La libertad ha venido después a dar a conocer el árbol de la ciencia con su
dulce y su amargo. Llamados los hombres de todas clases a ejercer las funciones
públicas de un gobierno liberal, y a adquirir cuantas riquezas pueda
proporcionar la industria, solo por medio de la instrucción podrá hacerse
merecedor de estos dos factores del destino. No son ya los hombres de hoy
esclavos feroces, a la par que tímidos y desidiosos, que no conocen más que la
inacción para consuelo del trabajo y el robo por suplente de la propiedad; sino
hombres activos, sensatos, industriosos, constituidos en orden social, escuelas
públicas, un cultivo muy adelantado. En fin, una organización sencilla y
ordenada. Buena prueba de esta verdad es Villena, unida hoy por medio del
ferrocarril a la capital, de la que dista 50 kilómetros, y estrechando mañana
sus lazos fraternales con Alcoy, para bien de ambos, y también gracias al
ferrocarril que se inaugurará en abril próximo; buena prueba el excelente
cultivo que tiene todo el término de Villena, no debido a brazos esclavos, sino
al sudor y esfuerzo del hombre libre; buena prueba lo que es Villena hoy,
comparada con lo que era y representaba en otro tiempo con sus señores feudales
y sus torres y fortalezas amenazando con la fuerza a los cristianos, y más
tarde tomando parte activa en las revueltas populares, promovidas por la
ambición de reyes y de príncipes mal avenidos. Aquella ciudad altiva y
guerrera, circunvalada por murallas y protegida por los baluartes, ha
desaparecido para dar lugar a la Villena del siglo XIX, rica próspera y feliz,
viendo en el mejor estado su agricultura, obteniendo abundantes cosechas de
granos, vinos y aceites; renaciendo su industria que se ocupa en tejidos de
hilo y lana, en molinos de harina y aceite, fábricas de aguardiente, minas de
cobre y de carbón de piedra. Carecía de buenas vías de comunicación, y hoy está
dotada de ellas, pues aparte del ferrocarril que la une con la capital y de que
dejamos hecho mérito tiene las carreteras del Estado que dirigen a
Madrid, Valencia, Alicante y Alcoy, y muchos caminos que le ponen en
comunicación con el resto de la provincia.
Los estrechos límites de una carta no permiten dar a los lectores de LA UNIÓN idea detallada de lo que he
podido apreciar por mí mismo en Villena, durante los días que he permanecido en
ella; bastan sin embargo con lo apuntado para comprender el floreciente estado
en que se encuentra esa población.
Ahora un deber de gratitud me obliga, aparte de este orden de
consideraciones, a dedicar un recuerdo en estas mal pergeñadas líneas a
mis buenos y particulares amigos D. José Navarro Galiana, D. Victoriano López,
D. Manuel Golf, D. José Mª Soler y D. José Menor, que durante mi corta estancia
en Villena me han colmado de obsequios y atenciones, a que no sé como
corresponder.
De política no quiero decir una palabra, aunque mucho podría decirse;
prefiero cerrar esta carta con un adiós a mi querida hermana T y mis sobrinas y
así lo hago… pero, ahora se me ocurre un final mejor y lo pongo; es este:
Villenenses, adelante por el camino del progreso, el ignorante sigue la rutina
de sus abuelos; cualquier innovación le parece un crimen o un riesgo; dando por
el contrario la instrucción al hombre de ideas, le predispone a una confianza
mayor, y por consiguiente a la imitación y a la perfección; pueblos que como
Villena cuentan con un Chapí, es decir, con una celebridad en el mundo del
arte, deben vivir la vida de la inteligencia, la vida del espíritu, la vida de
los grandes pueblos que olvidándose de las miserias terrenales, se perfeccionan
para acercarse al gran arquitecto del Universo”.
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