Durante nuestros años de niñez, muchas de las estrofas que van a leer a continuación, nos fueron transmitidas de manera oral por nuestros abuelos y nuestros padres, en unos casos, entonadas, en otros casos cantadas y algunas veces acompañados de instrumentos musicales, de carácter sencillos, como eran la zambomba (de barro o de un bote) y la pandereta.
Como homenaje y recuerdo a nuestros mayores, recordamos a continuación algunas de las coplas que nos enseñaron y que "uno de la tierra" las recopiló y redactó en este magnífico artículo que apareció publicado en el semanario villenense Patria Chica.
Es
indudable que el pueblo es el gran poeta y que la poesía musical es, como dice
Ricardo León, “la poesía natural, sin artificios, ni dobleces; el sentimiento
puro tal como sube del corazón a los labios; la voz sin nombre ni dueño, que
aun cuando brota de un personal sentir, viene como la lengua misma, a ser de
todos por la virtud de su propia sinceridad”.
El
sabio maestro don Francisco Rodríguez Marín dice, hablando de los cantos
populares: “así como todo el pensar de un pueblo está condensado y cristalizado
en sus refranes, todo su sentir se halla concentrado en sus coplas. ¿Queréis
saber de que es capaz su corazón? Escuchad su cancionero, termómetro que marca
fielmente los grados de su valor afectivo”.
“El
pueblo narra su vida entera en larguísima serie de coplas: coplas solemnizan el
bautizo del hijo…con sus coplas arrúllale el sueño la enamorada madre…cantando
aprende el hijo del pueblo a rezar y a leer, y cuando llega la sonriente
primavera de la vida y se abre la flor del alma y el amor tocándola con sus
alas de mariposa, le hace sentir inefables estremecimientos, rómpase entonces
el copiosísimo venero de la inspiración y esperanzas, vacilaciones, ternezas,
celos, pesares de la ausencia, burlas del desdén, acibares de odio, todo eso y
mucho más brota a borbotones del manantial inagotable de la popular poesía.”
Estimulados
por las hermosísimas frases de estos dos eminentes literatos, sentimos vivos
deseos de bucear en el corazón de nuestro pueblo, a fin de conocer el genuino
sentir de Villena a través de sus coplas, y por nuestra mente cruzó la idea de
formar un Cancionero popular villenense
y hasta llegamos a dar los primeros pasos en esta obra, viéndonos precisados a
cejar en nuestro empeño, por juzgarlo muy superior a nuestras fuerzas,
confiados en que otra pluma mejor cortada pueda algún día llevar a cabo esta
empresa.
Como
fruto de aquella tentativa ofrecemos hoy para el extraordinario de Patria
Chica estos ligerísimos
“Apuntes”, que no son más que una débil muestra de la riquísima cantera
del folklore
villenense, de la mina inagotable
de los cantares o coplas de nuestro pueblo.
Coplas locales
Y comenzaremos, como homenaje a
nuestra queridísima Virgen de las Virtudes, con una copia en que se le nombre
juntamente con las patronas de otros pueblos circunvecinos:
En Villena las Virtudes,
En Caudete la de Gracia,
En Yecla la Concepción
La de Belén en Almansa.
Siguen las copias a los grandes
templos parroquiales y a sus elevadas torres:
Tres cosas tiene Villena
que no las tiene Caudete:
Santa María, Santiago
y la plaza de entre dos fuentes.
Tres torres hay en Villena,
yo te diré las que son:
Santa María, Santiago
y la torre “El Orejón”.
Desgraciadamente esta última torre
hace ya muchos años que desapareció y por eso no se canta ya la siguiente copla
tan típica y castiza:
El Orejón de Villena
dicen que no tiene orejas;
ayer tarde se las vide
y las tenía como tejas.
Santa Bárbara en un alto,
Santa Lucía en una cuesta
y el glorioso San Benito
que está en medio de la huerta.
Ciertas calles y lugares de nuestro
pueblo han sido siempre punto de cita y concurrencia donde se juntan los
hombres, muchísimas veces con el único objeto de perder el tiempo,
permaneciendo largas horas alejados de sus hogares. Inútil es decir que tales
sitios y calles no pueden ser bien vistos por las mujeres hacendosas y caseras
que manifiestan su enfado cantando mientras están entretenidas en sus faenas
domésticas.
Adiós, la Correderita
con ventanas y balcones,
adiós la Puerta de Almansa,
la perdición de los hombres.
Calle mayor de Villena
la quisiera ver volada
con pólvora y dinamita
con perdigones y balas.
No
podía faltar en estas coplas locales la nota festiva y humorística que atribuye
humanas acciones a las montañas y a otros lugares:
La Peña-Rubia se casa
con Picachos de Cabrera,
los padrinos han de ser
las lomas de Carboneras.
En el cañar de Bulilla
mañana hay toros reales,
en el Alcabón comedias,
y danzas en los Rubiales.
Villena ya no es Villena
que es un pequeño Madrid,
con su plaza de toros
y el teatro de Chapí.
Coplas de madre
Comenzaremos con una que es la más
hermosa que conocemos, tanto por la grandiosidad del pensamiento, como por la
perfección de la forma. Es todo un poema. La oímos por vez primera en un
gramófono y después se nos ha asegurado que se canta también en Villena y por
eso la insertamos:
Un céntimo le di a un pobre
y me bendijo a mi madre:
que limosna tan pequeña
Pa recompensa tan grande
Le sigue en mérito la que va a
continuación por expresiva y profunda a la vez:
Yo todo te lo consiento
menos faltarle a mi madre,
que una madre no se encuentra
y a ti te encontré en la calle.
El amor materno es tan grande que,
si bien coexiste con todos los amores, logra en ocasiones sobreponerse a todos
los demás. Hermosamente lo expresa la copla siguiente:
Quererte más que a mi madre,
eso es pedirme la luna:
mujeres tengo a millares
y madre no hay más que una.
Pero donde el pueblo desborda sus
sentimientos de ternura y amor es cuando canta a la madre muerta. Ved que copla
tan correcta y tan delicada en medio de su extrema sencillez:
Ya se murió mi madre,
¡lástima de madre mía!
¿Cuándo encontraré otra madre?
¿Como la que tenía?
Mientras la madre vive, parece que
nada falta y todo se soporta bien. Así lo expresa esta copla:
Murió mi madre ¡ay de mí!
ya me quedé sin aventura;
ninguno pasa trabajos
mientras su madre le dura.
La muerte de la madre produce un
vacio que nadie puede llenar y la fuerza del dolor nos hace realizar a veces
actos incoherentes e incomprensibles. Ambos efectos están magníficamente
expresados en estas dos coplas:
Cuando vi a mi madre muerta,
yo no sé que me pasó
que me pareció que el mundo
se hundía en mi corazón.
Cuando se murió mi madre,
tan grande fue mi sentir,
que en vez de echar a llorar
mi llanto rompió a reír.
Aunque la copla debe tener solamente
cuatro versos, sin embargo, algunas veces el pueblo poeta las hace de cinco
versos, bien concertando los cinco, o bien dejando libre el primero. Modelo de
la primera condición es la copla siguiente que, por otra parte, no puede ser
más tierna y delicada:
La una en el reloj daba
cuando mi madre expiró:
mis hermanitos lloraban
al ver que se nos murió
la que tanto nos amaba.
Como
muestra de coplas de cinco versos con el primero libre pueden figurar las dos
con que cerramos esta parte y en las cuales se expresa un contraste terrible
entre la amargura del dolor y las injusticias humanas:
Mi madre muerta de hambre
y yo sin saber que hacer…
fui pidiendo puerta en puerta
para darle de comer…
¡cuando fui ya estaba muerta!
Al monte me fui por leña
por mantener a mi madre:
cuando estaba en la agonía
me llevaron a la cárcel…
¡con que pena moriría!
Coplas
de enamorados
Todo enamorado, sobre todo estando
cerca de la persona amada, se siente altivo, pendenciero, desafía a todo el
mundo y, en ocasiones, llega a ser verdaderamente peligroso y temible.
Magníficamente expresó esto Gabriel
y Galán en la siguiente copla extremeña:
“No
le jurguis al león
que
anda alreor de la jembra
ni
te enredis con el hombre
que
canta al pie de una reja.”
El enamorado villenense exterioriza
las cualidades, antes dicha, con esta copla:
En esta esquina me paro
y aquí planto mi bandera;
el que quiera llevar palos
ya puede salir pa afuera.
Como
es natural no hay nadie que acepte la invitación y entonces, sereno ya y
tranquilo, se dispone a dar rienda suelta a sus sentimientos.
Pero
sabe el mozo que la habitación en que reposa su amada está en lo más escondido
y retirado de la casa, y para tener la seguridad de que son escuchados sus
cantares, hace al punto el siguiente encargo:
En esta calle que entramos
toca bien y canta fuerte;
la cama de esa doncella
está honda y no se siente.
Y
cuando está convencido de que sus cantos no se pierden en el vacío, deja que se
le escape el corazón por la boca con coplas como estas:
Esta calle está empedrada
con piedras que puse yo;
todos miran a las piedras
y a tu cara miro yo.
Si supieras como estoy
el día que no te veo,
ni mis ojos tienen luz
ni mi corazón consuelo.
Los pajaritos y yo
nos levantamos a un tiempo;
ellos a cantar el alba,
yo a llorar mis sentimientos.
Si me muero antes que tú
le he de pedir al Eterno
que me ponga entre las nubes
para verte desde el cielo.
En una noche de enero
cuando más aprieta el frio,
cuando el frío más aprieta
más arde el corazón mío.
Si me quieres dímelo
Y si no, di que me vaya,
no me tengas al sereno
que no soy jarra de agua.
Los
desdenes de la amada van poco a poco acibarando el ánimo del novio que, al fin
se decide a abandonarla, haciéndoselo saber con estas coplas:
Yo pensé que era castillo
con bastante fortaleza
y he visto que eres mujer
y en ti no cabe firmeza.
no quieras a esa mujer,
que esa mujer quiere a otro
y a ti no te puede ver.
Sólo por quererte a ti
olvidé un hermoso cielo,
dos glorias no puede haber…
volvamos a lo primero.
Solo piensas que yo en ti pienso,
ni en ti pienso ni imagino,
por otra acequia más honda
llevo el agua a mi molino.
La
amada, por su parte, exteriorizas también sus sentimientos cantando mientras
trajina en sus labores:
Cuando yo esté en la agonía,
si tu no me puedes ver,
cásate con mi recuerdo
en pago de mi querer.
Todos pasan y traspasan
y no pasa el que yo quiero,
¿cuándo querrá Dios que pase
aquel moreno hechicero?
Si el querer que puse en ti
tan firme y tan verdadero
lo hubiera puesto yo en Dios,
hubiera ganada el cielo.
me vendrías a buscar,
como el agua busca al rio
y el rio busca la mar.
Amor mío, vienes tarde
y te retiras temprano;
desengáñate si tienes
amores por otro lado.
Al
fin, la losa del desengaño cae con todo el peso sobre ella que dice con ecos
lastimeros:
Todo en este mundo cansa
yo de ti no me cansé
y tú de mi te has cansado
¿dime, bien mil, por qué?
Yo te he enseñado a querer
Y te enseñé a ser feliz;
Tú me enseñas a llorar
Y me enseñas a sufrir.
Por
último viene el rompimiento definitivo al saberse menospreciada por la madre
del novio y canta:
Dicen que ha dicho tu madre
que a la reina te mereces
y yo como no soy reina
he pensado no quererte.
Y
aquí hacemos punto final. Nos haríamos interminables si hubiéramos de decir
algo, aunque poco, de las diferentes secciones de coplas que forman el
copiosísimo cancionero villenense.
Para
no alargar más este trabajo, nada hemos dicho de coplas religiosas, ni de Noche
Buena, ni de las que se cantan acompañando las diferentes faenas agrícolas:
coplas de pisa, de trilla, de vendimia, de siega y
tantas otras que demuestra que Villena canta y sabe cantar.
La
lástima es que no haya una pluma hábil que disponga de tiempo para dedicarse a
coleccionar nuestro cancionero. La mina está abierta, el filón a la vista y es
riquísimo e inagotable.
Quien
quisiera converse no tendría más que situarse a las entradas de nuestra ciudad
a la hora del atardecer, cuando regresan los trabajadores de la huerta y del
campo y verá que, unos en carros, otros en caballerías y otros andando, todos
entran en el pueblo y vuelven a sus casas cantando coplas variadas y
hermosísimas que son un fiel reflejo de los afectos y sentimientos de Villena.
Pueblo que canta, es un pueblo honrado.
Y terminamos diciendo con Gabriel y Galán: ¡Ara y canta, labrador!
Dibujo de Pepe Menor
Uno de la tierra.
Patria Chica, 05-09-1929
2 comentarios:
Por lo que observo, en la prensa villenense hay gran cantidad de artículos de interés.
¿Se va a hacer algo por digitalizarlos?.
Por lo que leo, estos apuntes debieron servir para redactar una parte del Cancionero Popular Villenense que redactó Soler 30 años después.
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