1897
Estrena la Revoltosa de José López Silva y
Carlos Fernández Shaw y La piel del
diablo.
El Dorado, Las Bravas
La citada publicación cataloga como un gran éxito
teatral la representación en Barcelona en Eldorado de Las Bravas, sainete lirich con lletras dels senyors López Silva y
Fernández Shaw y música del Mestre Chapí.
Se complementa con unas estupendas ilustraciones.
La Esquella de Torratxa, periódich
satírich; Barcelona, 26-03-1897
¿Quién no sabe de memoria
algún trozo de un tema de Chapí?
Ruperto
Chapí nació en Villena, provincia de Alicante, el 27 de mayo de 1851. Ingresó
en 1867 como alumno en el Conservatorio de Madrid en la clase de piano y en la
de armonium del señor Galiana, obteniendo, en el concurso de 1869, el primer
premio de esta asignatura; en este año ingresó en la clase de composición del
maestro Arrieta, alcanzando el primer premio de ella en el concurso de 1872.
Poco antes había sido nombrado músico mayor de Artillería, plaza que desempeñó
hasta 1874 en que salió para Roma como pensionado de número de la Academia de
Bellas Artes, premio que obtuvo por oposición y por unánime voto del Jurado.
En Roma
compuso y remitió como envíos de pensionados:
-
Polaca de
concierto, para orquesta, ejecutada en agosto de 1879 por la Unión Artística
Municipal.
-
Motete a
siete voces, el uso de los maestros del siglo XVI.
-
La Hija de
Jefté, ópera en un acto ejecutada en Madrid en mayo de 1875.
-
Copias de una
Misa de Victoria y de un motete, de
Morales.
- Monografía
de las obras de autores españoles que existen en el archivo de la capilla
Sixtina.
En Milán
compuso y remitió como trabajo de segundo grado de pensionado:
-
La muerte
de Garcilaso, ópera en un acto cuyo preludio se ejecutó en la Real Academia
de San Fernando el 17-02-1878.
-
Motete a
voces sola, ejecutada con la anterior; poema sinfónico.
-
Escenas de
capa y espada.
Desde París envió, como trabajo de
pensionado, la ópera en tres actos Roger
de Flor, interpretada el 17-01-1878 y una Sinfonía a 4 tiempos en 1879.
En 1878 obtuvo la plaza de pensionado
de mérito de la Academia de Roma y pasó como tal a París a estudiar la
Exposición Universal de aquel año.
Además de las obras citadas, compuso
varias obras instrumentales:
-
La
Fantasía Morisca, ejecutada en abril de 1889 por la Unión Artística Musical.
-
Trío, para
piano, violín y violoncello
-
Scherzo, sobre
un episodio del Quijote
-
Colección
de seis melodías, para canto y piano.
-
Los
ángeles, oratorio.
-
Las Naves
de Cortés, ópera.
Después de demostrar para la ópera cómica
relevantes condiciones con las zarzuelas en un acto: Música Clásica y La Serenata (1881), alcanzó señaladísimo triunfo
en el estreno de su zarzuela La
Tempestad, ocurrido en Madrid el 11-03-1882, con el de la titulada El Milagro de la Virgen, y el más
significado de todos el que obtuvo (12-1887) con La Bruja, letra de Ramos Carrión.
Hoy
es interminable el catálogo de sus obras que pueden contarse por triunfos.
No hay
español que no sepa de memoria algún trozo de música suya.
La Saeta, Semanario
Ilustrado; Barcelona 25-02-1897
Recuerdo a su época
de músico mayor
El Mosaico, semanario ilustrado
de Murcia, en su número 19, año II de 07-03-1897 con el título Músicos Eminentes, le dedica una foto y
la siguiente poesía:
Debutó en Artillería
En el 3º de a pie
Como músico mayor;
y
aunque imberbe todavía
se acreditó pronto de
consumado director.
Colgó luego el uniforme
Y a hacer zarzuelas lanzado
Ganó y gana un potosí,
Y
el público está conforme
Aplaudiendo entusiasmado
El talento de Chapí
El Mosaico;
Murcia, 07-03-1897
Consideraciones sobre La ópera española
Artículo
interesante y profundo que trata sobre
la riqueza musical de las regiones de España y la aportación tan importante que
podrían realizar a la ópera española, capaz de competir en calidad con otros
países europeos.
“La
ópera española, constante sueño de cuantos artistas músicos han nacido en este
hermoso suelo.
Y
esta nación que, con el estro fecundo de sus poetas y con el pincel admirable
de sus pintores, colocóse a gran altura artística en tiempos no remotos por
negligencia en unos, desaliento en otros, por ignorancia en los más, y nunca
por insuficiencia de sus compositores, se ve sin un arte músico elevado,
distraída con insulsas canciones, prostituida por una música chabacana y
grotesca.
Es
menester, de urgente necesidad, dignificar el arte músico español y demostrar a
esos extranjeros que nos desprecian y a esos ignorantes y compatriotas que nos
rebajan, que España ha producido y produce artistas tan eminentes como los de
Alemania, Francia, Italia…Un esfuerzo en nuestros músicos más notables, y algo
de patriotismo en el resto de los españoles, y lo que ha sido hasta aquí
ilusión del deseo, se convertirá mañana en risueña realidad.
Algunos
loables intentos de Arrieta, Chapí, Bretón, Serrano y otros que no recuerdo,
demuestran palmariamente que si no se implantó la ópera española, no fue
seguramente por demérito de estos eminentes compositores, Poca constancia, gran
desaliento al ver la indiferencia del público indocto y mucha ambición de
dinero han sido las causas.
¿Si
con voluntad y perseverancia se logró el renacimiento de la zarzuela y en ella
mostráronse talentos superiores, Hernando, Gaztambide, Barbieri, Arrieta,
Caballero, Chapí y Marqués. A tal punto que muchas de sus zarzuelas pueden
competir con algunas óperas extranjeras, no podría conseguirse con la misma
voluntad y perseverancia la realización de la ópera española? Pero en la forma
que en Ildegonda Arrieta, en Roger de Flor Chapí y en los Amantes de Teruel Bretón, que no
tienen de españolas más que el argumento, sino algo de lo que Barbieri hizo en Pan y Toros y El Barberillo de Lavapiés, música genuinamente española, como
consecuencia de la antigua tonadilla y de los cantos populares, que es donde radica
el drama lírico nacional.
Con
menos elementos Griey ha popularizado en Europa esos cantos escandinavos,
siempre tristes y dulces, que es lo característico de la Escandinavia. Extrajo
de la musa popular fuente inagotable de poesía, lo puro, lo artístico y le dio
forma conservando la belleza innegable del fondo. Pero aun reconociendo su
mérito, la música escandinava es indudablemente, inferior a la música española.
Aquella es insuficiente, hermosa, pero monótona. Esta es rica, con diversos
matices, con infinidad de giros, con distintas cadencias, con opuestas
características, casi tantas como regiones.
Aragón
nos da la valiente jota, como muestra
de la franqueza y valentía de sus hijos. El pueblo vasco sus zortzicos, cuyos ritmos siempre iguales,
demuestran su constancia en la laboriosidad y en sus ideales.
Cataluña
ofrece sus sardanas, cantos rudos y
suaves a un mismo tiempo, ambas fases del carácter de los catalanes. Galicia y
Asturias esos cantos tan poéticos, cantos que son caricias dulces y lánguidas
en la forma, pero ardientes y apasionados en el fondo, que denotan el temperamento
dulce y ardiente, a la vez de gallegos y asturianos. Y, por último, Andalucía,
ese vergel de España, nos muestra con sus alegres sevillanas, sus intencionadas
malagueñas, y esos cantos tristes, quejas y suspiros, que en realidad son
las soleares, polos, etc... la
característica del pueblo andaluz, admirable pueblo que sufriendo ríe y
llorando canta.
Con
tales elementos, repito, adornándolos con la moderna instrumentación y con una
armonía rica y variada: inspirándose el músico en la historia y en la tradición para cantar acciones gloriosas,
a semejanza de los antiguos en sus ritos y ceremonias, y cantar al amor que es
la poesía eterna de la vida, puede surgir la ópera española. Y así como Wagner
inmortalizó la leyenda alemana y construyó la epopeya musical del pueblo
germano en su magistral trilogía, obra
gigantesca que supone una voluntad de atleta y un esfuerzo de titán.
España, con sus tradiciones y leyendas épicas
y con la riqueza sin igual de sus cantares, puede levantarse erguida y
arrogante ante la faz del mundo musical, y mostrarle la ópera española como un
producto del talento y del esfuerzo de sus hijos. La nación que ensanchó
fronteras, que descubrió y conquistó un mundo, que en literatura y en el arte
pictórico, no puede, no debe permanecer en la inacción en la obra musical de
Europa.”
Luis Espinosa de los Monteros
Nuevo Mundo; Año IV, nº
175, 12-05-1897
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