Los lobos marinos
La compañía de Cereceda inauguró su temporada en el
Principal, con Los lobos marinos» y La Gran Vía.»
La primera de estas zarzuelas, nueva en esta
ciudad, tiene un libro de mucha gracia,
como que es de Aza y Ramos
Carrión y una música, que por su originalidad y riqueza de instrumentación,
revela la maestría de Chapí.
De su ejecución hay que decir en primer término, que
resulta con el ajuste de todas las obras que pone en escena el maestro
Cereceda, y que merecieron grandes aplausos varios números, muy señaladamente
el quinteto del acto primero, que fue cantado con muchísima gracia por los
Sres. Hidalgo, Morón, Tormo, Mora y López y el pasaje del tren, por la orquesta
que hubieron de repetirse en medio de las aclamaciones del público.
La instrumentación de este último número bastaría
para hacer la reputación de gran armonista, del maestro Chapí, si ya no la
tuviera tan merecidamente conquistada en tantas otras de sus obras.
Pinedo, encargado del Felipe, estuvo tan acertado
como acostumbra, tratándose de papeles cómicos,
en los que siempre ha merecido grandes elogios. El de Los lobos marinos
le valió los unánimes de todo el auditorio, como igualmente al Sr. Tormo
(padre).
De la
popular Gran Vía,
representada
al final,
hablaremos
otro día:
es mucho
teatro-manía
tanta revista teatral
El Eco de Cartagena, 20-02-1888
Autobiografía de Chapí y crónica de la
representación de La Bruja
No vamos á hacer una biografía extensa y detallada
del eminente maestro Chapí, autor de la inspirada partitura de La Bruja. Vamos únicamente a dar
a la estampa, notas biográficas de su carrera artística; y para ello queremos
dejarle la palabra al laureado compositor, que con la modestia que le es
propia, dice de sí mismo lo que sigue:
“Nací en Villena,
provincia de Alicante, el 27 de marzo del 51. A los 8 años tocaba el flautín en
la banda del pueblo y componía una polka para dicho instrumento. Sin una
dirección seria y guiado sólo por instinto, arañé en toda clase de instrumentos
de banda y orquesta; compuse walses, polkas,
pasos dobles, sinfonías, fantasías con títulos y apropósitos
cursirrománticos y hasta una zarzuela que se titula La estrella del bosque, con
letra del hijo del boticario.
Como allí no era muy difícil ser notabilidad,
bien pronto fui el director de la banda y de la orquesta, y aunque nada de
aquello era serio, me ofreció la ocasión de familiarizarme con el trato de la
instrumentación y la dirección, y aunque de una manera embrionaria fue un
aprendizaje que me fue después de gran utilidad. Así pasé hasta los 15 años. Un
día había caído en mis manos una
biografía de Bellini, y desde entonces formé el propósito firme de lanzarme al
mundo, propósito que guardaba en lo más oculto de mi pensamiento para no dar
que reír a las gentes.
Mi familia era
muy pobre, y yo no contaba con recursos para lanzarme; pero reuní treinta duros
en dos o tres años de tocar con mi música en fiestas de moros y cristianos, y
el día 11 de septiembre del 67 tomé el tren y me vine a Madrid sin más
recomendación ni más capital que mis treinta duros y una fe y una decisión
absoluta. Desde aquella fecha hasta el 72, en que gané por oposición la plaza
de músico mayor de artillería, solo Dios y yo sabemos las angustias, las
privaciones y las lágrimas que me costó el salir adelante; y no entregué la
piel, porque me sostenía una fe ciega en el porvenir. A pesar de todo, en esos
años hice mis estudios en el Conservatorio, obteniendo los primeros premios en
armonía y composición. Entré en artillería, como he dicho antes, en mayo del 72
y en los dos años que allí estuve compuse, entre otras cosas (en septiembre del
73) la Fantasía morisca, que vino a
ejecutarse en orquesta algunos años después.
En el 74 gané
por oposición la plaza de pensionado de número de la Academia de Roma, que
entonces se creó y Tamberlick tuvo la
bondad de hacer ejecutar en el teatro Real, tomando él principal parte en la
ejecución, Las naves de Cortés, ópera
en un acto, uno de los trabajos de aquella
oposición.
Para aquella
fecha ya me había casado y tenía una hija y otra en camino; en estas
condiciones y con 16.000 reales de sueldo, tomé el camino de Roma. No hay que
decir que se renovaron los días tristes y las angustias y desesperaciones. Durante
esta peregrinación compuse mi Polka
de concierto, que se ejecutó tres o cuatro años después de hacerla; la ópera en
un acto La hija de Jefté, varios motetes, otra ópera en un acto, inédita,
titulada La muerte de Garcilaso, mi
poema sinfónico inédito Escenas de capa y
espada. Una sinfonía en Re y la ópera en tres actos Roger de Flor.
Volví a España
en diciembre del 77, se puso en el Real Roger
de Flor, se hizo tres noches, pues las óperas españolas no merecen más
consideración y como el empresario de entonces no me cumplió lo prometido, para
no morirme de hambre y ya entonces tenía cuatro hijos, tuve que solicitar la
plaza de pensionado de mérito de la Academia de Roma, que se me concedió contra
viento y marea, pues había gran oposición en el ministerio, sin duda como
premio a haber sido el único pensionado que había obtenido todos los premios
reglamentarios por su trabajo.
Marché a Paris,
pero viendo la imposibilidad de continuar pensionado con los escasos recursos
con que contaba para el sostenimiento de una familia ya numerosa, presenté el
oratorio Los ángeles, renuncié a la
plaza y volví a España dispuesto a trabajar para la zarzuela, en espera de
mejores días, y con la esperanza, que aún me sostiene de una ocasión propicia
al cumplimiento y realización del sueño dorado de unos pocos, muy pocos músicos
españoles.
En esta nueva
etapa no escasean los motivos de desfallecimiento y desilusión, pero siquiera
sostengo mis obligaciones, más o menos penosa, pero honradamente. Mis obras de
esta época son Las dos huérfanas, en
tres actos; Música clásica; La calle de Carretas, en tres actos; La serenata, ópera en un acto; La tempestad, tres actos; El milagro de la Virgen, tres actos; La flor de lis, en un acto; y una
porción de cosillas que con más o menos éxito, andan por esos mundos
contribuyendo a hacerme posible el estudio tranquilo e incesante, con la mira
en el porvenir, que es mi principal alimento, y soy feliz mientras la fe en ese
porvenir no me abandone.”
La Bruja de Ramos Carrión y Chapí, ha sido el acontecimiento más
notable de la semana en la ciudad de Cartagena.
Tanto el señor
Cereceda como la empresa del teatro Principal, han echado el resto.
Ejecución
esmeradísima, decorado magnífico, lujoso vestuario y orquesta numerosa.
Seguidamente hallarán
nuestros lectores la revista de dicha obra, sólo me limito a felicitar a
actores y empresa por el éxito obtenido, sin olvidar a los autores, que han
enriquecido nuestro teatro con una joya preciosa.
Si los profundos conocimientos y privilegiada
inspiración de que está adornado el señor Chapí, no fueran bastante s para
crearle la justísima fama de que goza, el afán constante que ha mostrado en pro
del arte lírico español, le harían acreedor a la protección más decidida y el
aplauso más sincero.
Bien podemos
calificar de acontecimiento la primea representación en nuestro teatro de la
magnífica zarzuela La Bruja, que tuvo
lugar el último sábado.
Precedida ya de justa
fama, nuestro público ávido siempre de impresiones agradables, esperaba con
impaciencia que el maestro Cereceda pusiera en escena esta bellísima
producción.
Como asunto, es preciso confesar que el libro no se halla en armonía
con las bellezas musicales que atesora el maravilloso trabajo del maestro
Chapí.
En nuestro sentir, la
música pertenece al género wagneriano, y nos complacemos mucho en ver que
nuestros compositores perseveran en la brillante escuela iniciada por el
innovador y filósofo maestro. Riqueza de armonías, efectos musicales de primer
orden y originalidad en los diferentes motivos en que abunda la obra, nos han
hecho admitir desde luego que el autor ha empleado su bellísimo trabajo, sus
extraordinarias dotes de armonista concienzudo.
El coro de aldeanos
del primer acto tiene una cierta semejanza con el coro de hiladoras del segundo acto del Buque fantasma de Wagner, y esto, lejos de ser una reminiscencia
que aminore el valor artístico de la obra, viene a corroborar nuestro aserto,
respecto de la opinión emitida de su importancia.
Merecieron los
honores de la repetición al final del primer acto, el coro de los pelotaris y
la bonita retreta, típica por todos conceptos y que revela desde luego que el
autor no ha dejado en olvido la parte estética de los diversos asuntos,
prestando colorido a aquellas escenas en que por otro concepto no lo hubieran
alcanzado.
Otra prueba, entre
muchas que acusan originalidad, es la preciosa jota, que en nada se asemeja al
infinito repertorio de estos aires que posee nuestro teatro lírico y cantos
populares, oída con sumo interés por los amantes de la buena música española.
El terceto de las
brujas del acto tercero, especie de danza macabra, es uno de los números más
salientes de la obra y de los que mejor interpretación tuvieron hasta el
extremo de que el público lo hizo repetir entre unánimes y justificados
aplausos. El Zortzico es también una de las bellezas más dignas de tomarse en
consideración por el sabor del país en que se halla impregnada y el carácter
típico de las provincias vascas.
El final del segundo
acto es magistral pero adolece de falta de desarrollo, sin que podamos
explicarnos por qué el maestro Chapí ha dejado perder una ocasión que le
hubiera proporcionado añadir una brillante página musical, quizás la más
saliente de la obra.
La ejecución resultó
bien en el conjunto, tanto que el señor Llorens estuvo casi a gran altura,
conociendo sus facultades. Le recomendamos muy especialmente que declame
despacio, y que nos agradezca el consejo en bien de sus condiciones artísticas
del porvenir.
El señor Tormo muy
bien en su papel de Tomillo, y nos agradó en extremo el ver que el distinguido
tenor cómico, en nada desmintió su habitual gracejo y desenfado.
Los señores Hidalgo y
Sigler dieron un gran realce a sus insignificantes papeles y la señora
Montañés, con su discreción y reconocido talento hizo su papel, uno de los más
importantes de la obra. La Bruja, señorita Rebull dejó bastante que desear, tal
vez por verse obligada a cantar fingiendo la voz.
La orquesta muy bien,
dirigida magistralmente por el señor Cereceda y gran parte del éxito fue debido
a sus extraordinarias facultades de verdadero maestro y gran músico.
La escena presentada
muy bien y los trajes con gran propiedad y lujo; el señor Cereceda no ha
omitido nada para presentar la obra digna del público de Cartagena.
Las decoraciones del
castillo y el claustro merecieron los aplausos de la concurrencia, tributados
al señor Muriel, autor de las mismas.
Es ocioso añadir como
final a esta revista que, el bello sexo tenía una cumplida representación en
nuestro coliseo, dejando pasar desapercibidas algunas bellezas de La Bruja, hechizados por otro concepto
los espectadores.
El Eco de Cartagena,
05-03-1888
Nueva Junta en el Círculo Artístico Literario
El citado Círculo ha elegido su junta directiva,
formada por las personas siguientes:
Presidente honorario: don José Echegaray (por
aclamación)
Presidente: don Emilio Sánchez Pastor (por
unanimidad)
Vicepresidentes: don Miguel Ramos Carrión, don
Tomás Bretón, don José Ortega Munilla y don José Mata.
Secretarios: don José Torres Reina, don Moisés
García Muñoz, don José Estremera y don
Julián Romea.
Vocales: don Ruperto Chapí, don Tomás Luceño, don
Felipe Ducazcal, don Cándido Lara, don Antonio Llanos, don Sinesio Delgado, don
Felipe Marañón y don Manuel Nieto.
Tesorero: don Mariano Milego.
Contador: don Federico Urrecha.
Inspectores: don Eusebio Sierra y don Juan Tomás
Salvany.
Bibliotecario: don Vital Aza.
La Correspondencia de España,
27-04-1888
Los lobos marinos
En el Circo de la
Riba se puso, por primera vez, la noche del jueves, la popular zarzuela de Aza
y Chapí, Los lobos marinos.
No hay que decir como
estaba el teatro…literalmente ocupado por el público que gusta del género
cómico.
La zarzuela
mencionada nos la dio a conocer la compañía Cereceda en la última ocasión que
funcionó en esta ciudad. Había dejado muy gratos recuerdos de la perfección con
que se presentaba en escena la cómica obra y precisamente en esto nos fundamos
para decir que Los lobos presentados
por la compañía Espantaleón merecen verse y aplaudirse.
El acto primero, que
es el mejor y el más difícil, se interpreta magistralmente escuchando muchos
aplausos durante su ejecución.
La señora Pérez de Isaura, tiple cómica que cada vez gusta más y más,
da gran vida y colorido a su papel, cantándole con ese gusto, afinación y
gracejo que le son tan peculiares.
El señor Espantaleón
como la señora Rosas, sacan mucho partido de los suegros. Los señores Portillo,
Galé, Martínez, Fernández y Arance caracterizan a la perfección los cómicos de
la legua y obtienen muchos aplausos en el quinteto, que a instancias del
público repiten todas las noches.
Los demás artistas cumplen muy bien con su
cometido, conquistando aplausos. El concertante final primero, se canta
magistralmente.
El Eco de Cartagena,
30-06-1888
Chapí, calificador para las pruebas a la Academia de Bellas Artes de
Roma
El Ministerio de Estado ha designado a los señores
Conde de Morphy y don Ruperto Chapí para calificar los trabajos de los
aspirantes a pensión en la Academia de Bellas Artes de Roma.
El Magisterio español,
20-11-1888
No hay comentarios:
Publicar un comentario