Primeras palabras del artículo:
No
vamos a hacer una biografía extensa y detallada del eminente maestro Chapí,
autor de la inspirada partitura de La Bruja. Vamos únicamente a dar a la
estampa, notas biográficas de su carrera artística; y para ello queremos
dejarle la palabra al laureado compositor, que con la modestia que le es
propia, dice de sí mismo lo que sigue:
“Nací en Villena, provincia de Alicante, el 27 de marzo del
51. A los 8 años tocaba el flautín en la banda del pueblo y componía una polka
para dicho instrumento. Sin una dirección seria y guiado sólo por instinto,
arañé en toda clase de instrumentos de banda y orquesta; compuse walses,
polkas, pasos dobles, sinfonías,
fantasías con títulos y apropósitos cursirrománticos y hasta una zarzuela que
se titula La estrella del bosque, con letra del hijo del boticario.
Como allí no era muy
difícil ser notabilidad, bien pronto fui el director de la banda y de la
orquesta, y aunque nada de aquello era serio, me ofreció la ocasión de
familiarizarme con el trato de la instrumentación y la dirección, y aunque de
una manera embrionaria fue un aprendizaje que me fue después de gran utilidad.
Así pasé hasta los 15 años. Un día había
caído en mis manos una biografía de Bellini, y desde entonces formé el
propósito firme de lanzarme al mundo, propósito que guardaba en lo más oculto
de mi pensamiento para no dar que reír a las gentes.
Mi familia era muy pobre, y yo no contaba con recursos para
lanzarme; pero reuní treinta duros en dos o tres años de tocar con mi música en
fiestas de moros y cristianos, y el día 11 de septiembre del 67 tomé el tren y
me vine a Madrid sin más recomendación ni más capital que mis treinta duros y
una fe y una decisión absoluta. Desde aquella fecha hasta el 72, en que gané
por oposición la plaza de músico mayor de artillería, solo Dios y yo sabemos
las angustias, las privaciones y las lágrimas que me costó el salir adelante; y
no entregué la piel, porque me sostenía una fe ciega en el porvenir. A pesar de
todo, en esos años hice mis estudios en el Conservatorio, obteniendo los
primeros premios en armonía y composición. Entré en artillería, como he dicho
antes, en mayo del 72 y en los dos años que allí estuve compuse, entre otras
cosas (en septiembre del 73) la Fantasía
morisca, que vino a ejecutarse en orquesta algunos años después.
En el 74 gané por oposición la plaza de pensionado de
número de la Academia de Roma, que entonces se creó y Tamberlick tuvo la bondad de hacer ejecutar
en el teatro Real, tomando él principal parte en la ejecución, Las naves de Cortés, ópera en un
acto, uno de los trabajos de aquella
oposición.
Para aquella fecha ya me había casado y tenía una hija y
otra en camino; en estas condiciones y con 16.000 reales de sueldo, tomé el
camino de Roma. No hay que decir que se renovaron los días tristes y las
angustias y desesperaciones. Durante esta peregrinación compuse mi Polka de concierto, que se ejecutó tres
o cuatro años después de hacerla; la ópera en un acto La hija de Jefté, varios motetes,
otra ópera en un acto, inédita, titulada La
muerte de Garcilaso, mi poema sinfónico inédito Escenas de capa y espada. Una sinfonía en Re y la ópera en tres
actos Roger de Flor.
Volví a España en diciembre del 77, se puso en el Real Roger de Flor, se hizo tres noches, pues
las óperas españolas no merecen más consideración y como el empresario de
entonces no me cumplió lo prometido, para no morirme de hambre y ya entonces
tenía cuatro hijos, tuve que solicitar la plaza de pensionado de mérito de la
Academia de Roma, que se me concedió contra viento y marea, pues había gran
oposición en el ministerio, sin duda como premio a haber sido el único
pensionado que había obtenido todos los premios reglamentarios por su trabajo.
Marché a Paris, pero viendo la imposibilidad de continuar
pensionado con los escasos recursos con que contaba para el sostenimiento de
una familia ya numerosa, presenté el oratorio Los ángeles, renuncié a la plaza y volví a España dispuesto a
trabajar para la zarzuela, en espera de mejores días, y con la esperanza, que
aún me sostiene de una ocasión propicia al cumplimiento y realización del sueño
dorado de unos pocos, muy pocos músicos españoles.
En esta nueva etapa no escasean los
motivos de desfallecimiento y desilusión, pero siquiera sostengo mis
obligaciones, más o menos penosa, pero honradamente. Mis obras de esta época
son Las dos huérfanas, en tres actos;
Música clásica; La calle de Carretas, en tres actos; La serenata, ópera en un acto; La
tempestad, tres actos; El milagro de
la Virgen, tres actos; La flor de lis,
en un acto; y una porción de cosillas que con más o menos éxito, andan por esos
mundos contribuyendo a hacerme posible el estudio tranquilo e incesante, con la
mira en el porvenir, que es mi principal alimento, y soy feliz mientras la fe
en ese porvenir no me abandone".
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