Con motivo de la celebración, en el barrio del Rabal de Villena, de las Fiestas del Medievo 2017, con el fin de difundir el conocimiento de nuestra ciudad, publicamos una redacción titulada Paseando por Villena y que narra la estancia en Villena de un grupo de Alicante un día del mes de mayo del pasado año.
Paseando por Villena
Las palmeras, en perfecto orden,
rinden pleitesía a los recién llegados e invitan a realizar un paseo, que nos conduce
envueltos de un idilio mágico a los inicios del corazón de Villena, la calle
Luciano López Ferrer, que desemboca en las dos grandes arterias de la
población, la avenida del diputado villenense Joaquín María López y el final de la Corredera, calle emblemática
y antaño torera, puesto que por allí se
corrían los toros en el mes de agosto, en los días comprendidos entre las
festividades de la Virgen de las Nieves y la Asunción.
Subimos a la Puerta de Almansa y
tras dejar a nuestra espalda la gran avenida de San Sebastián, ahora llamada de
la Constitución, nos dirigimos, por la calle Ramón y Cajal a la plaza de
Santiago, donde la belleza arquitectónica la observamos en grado superlativo: los
escudos heráldicos de los Reyes Isabel y Fernando, nos indican que hemos
llegado al templo Arcedianal de Santiago.
Entramos por su puerta lateral y quedamos atónitos ante sus impresionantes columnas
helicoidales, similares a las del baldaquino de la basílica de San Pedro, quedamos
también maravillados por los grabados de su pila bautismal, situada en el Altar
Mayor, obra de varios alumnos del famoso artista italiano Miguel Ángel. A la
salida procedemos a visitar el Palacio Municipal, antiguo hospital, también con
esculturas y grabados de dichos discípulos. En dicho edificio confluye una armoniosa
combinación del románico, con arcos góticos y portadas renacentistas, su
fachada principal está mirando al oeste de la plaza, lugar destacado de la
población, en el que se representan los grandes acontecimientos que vive la
ciudad.
Pero hay otra visita, digna de
contemplar e imposible de olvidar, se divisa tras dar la vuelta al ayuntamiento
y mirar al monte. La torre del castillo de la Atalaya se asoma por encima de
los tejados de forma majestuosa, invitando a acceder a ella, bien por la calle
del Pozo o por la de Beatas Medina. Iniciamos el ascenso y hasta llegar a su
explanada, atravesamos bellos rincones, a la vez que vamos subiendo escaleras suaves
y que tienen un encanto muy peculiar, absorbido por un silencio sepulcral que
nos transporta a otra época.
Si bien hemos subido con el cuello
estirado, al llegar a la explanada, este estiramiento se acentúa, queremos verlo
todo y no perder ningún detalle de sus muros y almenas. Tras la contemplación,
tenemos dos rutas, la primera, visitar el interior del castillo con su grandiosa
torre del Homenaje, así como las sorpresas que nos deparan las escaleras de subida, como la mano de Fátima grabada en la
pared o la sala donde habitaba doña Constanza. La segunda, por el patio de
armas y pasillos interiores. Tras salir al exterior de la fortaleza, hacemos un
nuevo recorrido y a través de unos caminos en círculo, nos vamos deleitando con
la majestuosidad de sus almenas, a la vez que nos vamos encontrando con unas
agradables vistas de callejuelas, protegidas del sol y casas blancas con tejas árabes,
que en tiempos pasados estuvieron habitadas por musulmanes y judíos; se trata
del barrio del Rabal.
Llegamos a la placeta Colache y a
continuación iniciamos la bajada por la
calle de la Rambla, sin coches ni aceras, para desembocar en las casas de la
Tercia y la iglesia de Santa María, antigua mezquita que tras su conversión en templo
cristiano, tomó la advocación de la
Virgen de la Asunción. A poca distancia, observamos que una calle peatonal une
dicha iglesia con la de Santiago y a pocos metros, la plaza Mayor, blanca y
soleada nos invita a realizar un descanso que podremos regar con vino de la
tierra y embutidos variados.
Tras la parada de carácter
gastronómico, iniciamos la cuenta atrás de nuestro grato paseo por Villena.
Tomamos el camino de regreso a la estación del ferrocarril, pero con itinerario
distinto al de subida. Lo iniciamos en la confluencia de la plaza del Rollo con
el inicio de la Corredera, pasamos por el
kiosco de la Paloma, conocido antaño por su chocolate con churros;
llegamos hasta la fachada del villenense y justo al lado, bajamos por una calle
que nos conduce a la plaza de las Malvas, para contemplar la exquisita belleza
de la fachada barroca del Palacio de las
Mergelinas. Desde allí, marchamos, por la calle San Francisco, a la parte
trasera del Teatro Chapí, para observar los típicos arcos mudéjares con el
ladrillo cara vista, que le da al marrón un color muy vivo. Nos adentramos en
el paseo de Chapí y tras encontrarnos de nuevo con el monumento dedicado a tan
insigne músico, dejamos a nuestra espalda, la fachada del teatro.
Con sosegado regocijo, tras haber disfrutado de una grata jornada en
Villena, llegamos a la estación a esperar la llegada del talgo procedente de Valencia, que nos lleva de
regreso a la capital de la provincia. Cuando arranca, miramos a mano derecha y
nos deleitamos con la vista de la frondosa y fértil huerta villenense, para ir
adentrándonos, como decía Azorín: “en ese Alicante castizo de zonas montañosas”
que nos conduce irremediablemente al mar Mediterráneo.
Alicante, mayo de 2016
Como complemento publicamos el cartel anunciador y el plano de situación de las FIESTAS DEL MEDIEVO DEL BARRIO DEL RABAL DE VILLENA 2017
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